Un homenaje a mi madre
Nadie dijo que la vida era fácil,
por ello mi madre apretó los dientes
y extendió sus manos sin buscar ayuda.
Expuso su cuerpo, tanto como pudo.
Y salió al ruedo, día tras día.
Sus manos delgadas, sus dedos inquietos,
siempre ejecutaron nuestra sinfonía.
Las manos de mi madre
cuentan su historia y cuentan la mía.
Nunca cayeron lánguidas,
siempre en ellas hubo una cierta poesía.
Fueron cuna donde construí recuerdos,
acunaron miedos, sueños, … fantasías.
La manos de mi madre tejieron muchas cosas,
cosieron mucha ropa, teatralizaron cuentos
me cuidaron cálidas en las noches frías,
me trajeron juegos, desataron nudos
alisaron cabellos.
Las manos de mi madre:
gastaron ternura y melancolía,
agotaron sueños, construyeron vida,
me enseñaron fortaleza y filosofía.
Son manos de guerrera.
Ella me llevó en la lucha y aún me pelean
Madre, madraza… mi vieja
De la vieja estirpe, del reloj alerta y del trabajo duro
Manos cálidas, nobles, sinceras,
manos de lucha como sentido de vida.
Hoy son como pájaros frágiles de alas blancas,
pero por ellas aún corre fuego y energía,
Son manos de la vieja historia, la del horario y el deber,
de la mano firme aunque duela,
del guardapolvo blanco y duro de tanto almidón,
de la palabra sagrada.
Tus manos me dieron armas para la vida,
me sacaron espinas, me curaron heridas.
Tantas veces acariciaron tristezas,
me enseñaron a andar caminos
y a hacerlo con entereza.
Las manos de mi madre tienen alas blancas
surcan los cielos, recorren distancias.
Las manos de mi madre
cuentan su historia y cuentan la mía.
Liliana Saslaver