Liliana SaslaverPintora

De mosqueteros se trata

De mosqueteros se trata

De mosqueteros se trata

 

 

A fines de Enero recibí el llamado de mi amiga Laura, me contó que consiguió los teléfonos de Patricia y Sabrina, y que quería organizar en su casa una reunión para nosotras las cuatro más amigas de la secundaria. Recordamos que ya hacían tres años que no nos veíamos, ni sabíamos unas de las otras. Le contesté que sí.

En los primeros días de Febrero nos encontramos, recordamos que nos auto nominábamos los cuatro mosqueteros, y que nos sentíamos una cofradía. En la secundaria estábamos juntas para todo, escuchar música, hacernos la rata, ir de levante, copiarnos o estudiar entre chistes y chusmerío.

Luego se nos escapó el tiempo, Laura tuvo que hacerse cargo de sus hermanos más chicos, Patri viajó a Chile por el trabajo de su padre, Sabrina se casó con un chico de Mendoza, y luego se separó.  Y a mí ¿qué me pasó?, tal vez me sentí abandonada por ellas, y un poco molesta no las busqué.

Esta sí era una buena oportunidad de continuar la amistad, y no estaba dispuesta a dejarla pasar.  En medio de la charla descubrimos que todas estaríamos con días libres para carnaval, ¿casualidad o causalidad?. Ilusionada les propuse que nos fuéramos a algún pueblo del interior a divertirnos juntas, las chicas superfelices con el proyecto aceptaron, y propusieron Carlos Paz, lugar que ninguna conocía, así quedamos.

Cada una con una pequeña mochila fuimos a la estación de micros, si bien nos llamó un poco la atención ver un mundo de gente, no le dimos importancia, sentíamos que nosotras cuatro teníamos un mundo propio  y los demás eran como actores secundarios. Buscamos pasajes y luego de un rato los conseguimos en un micro agregado a última hora, que estaba por cierto bastante maltrecho, tampoco nos importó, creo que hasta hubiéramos ido a dedo.

Frente a la alegría del encuentro, los demás temas no tenían importancia.

Llegamos cerca del mediodía.

Sentimos los ricos olores de una parrilla de pescados junto al lago,  hacia allí fuimos, nos acomodamos en una mesa grande de madera  bajo la sombra de un árbol muy añoso, nos reímos de nuestros recuerdos y miramos con humor nuestro presente.  En la tarde, luego de un paseo tranquilo, comenzamos a buscar hospedaje, en todos los lugares nos decían que no, aún en las casas de familia nos respondían que deberíamos haber reservado con un mes de antelación.  Caminamos por horas. Ya estaba oscuro.

Nos estábamos quejando todas de dolor de pies cuando nos dimos cuenta que habíamos llegado a las afueras de la villa. Metida entre una arboleda vimos una casona grande, con techo de tejas y paredes de piedra, afuera un cartel que decía “Hostería el mosquetero”. Laura  señaló el cartel, puso cara pícara, y diciendo “Dartagnan al ataque” nos guió hacia adentro.

En la recepción solo un encargado leyendo un libro, pelo algo cano, muy delgado y alto, unos 45 años, desde nuestros 20 años se veía mayor.  Laura ensayó una sonrisa angelical y pidió un cuarto para las cuatro. Le contestó que no había, no recuerdo si tiramos o se nos cayeron las mochilas y pusimos cara de desvalidas-angustiadas-agotadas. El hombre pensó un poco, luego recordó que probablemente un pasajero, por problemas laborales regresaría al día siguiente, en tal caso nos daría ese cuarto. Volvimos a poner cara de desesperación, el encargado miró que en el reloj de la sala pasaba la medianoche, compadecido nos ofertó por esa noche descansar en las reposeras junto a la pileta de natación, pero eso sí, sin decir de esto a nadie en la mañana, pues en tal caso lo podrían despedir. Un instante dudamos, ¿no tendríamos nuevos problemas?, bueno éramos cuatro y él uno, contestamos que sí.

Pasamos al parque del fondo, se sentía un poco de fresco, dejamos nuestros bártulos y nos tiramos rendidas en las poltronas.

Al ratito regresó el sereno con cuatro frazadas, lo miramos con agradecimiento y le preguntamos el nombre, nos dijo Alejandro. Nos miramos y riendo le preguntamos si el apellido era Dumas, dijo que no, y recordando el cartel de la entrada rió con nosotras. En la mañana nos consiguió el cuarto, y algunas tardes ofició de guía local. Nos hicimos muy compinches.

Pasaron los años, hoy nuevamente las cuatro iremos a Carlos Paz, mañana se jubila nuestro amigo el ex encargado de la posada.  Alejandro  además festeja su  cumpleaños número 65. Con la esposa y los hijos organizamos un festejo sorpresa con baile y asado.  Tempo de disfrutar.

Liliana Saslaver